El nacimiento de Gea y Urano


Todo empezó en el Principio, en la más completa unidad y reposo. En la nada, han dicho algunos, porque el Ser del que nada se distingue, nada es. 

De pronto en ese magma blanco, infinito, hubo una fractura: una línea negra que crecía de norte a sur, de este a oeste, un horizonte insinuado a cada paso, un borde y un vértigo cercenando el aire no nacido, primero en dos partes. 

Las dos que habían sido cada vez sin ser, y el abrupto fin de su ligazón eterna, eso fue el principio: una más blanda y gélida, derrames de zafiro y pasto lluvioso, el brillo del Egeo antes del Egeo; todo ello suspendido sobre sí mismo. La otra, la contraparte, era dura y rotatoria y estaba clavada en un punto de fuego. Tenía la piel marrón y los cabellos de lava.


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